DE LOS PEQUEÑOS VICIOS
Del café......
SU ORIGEN
Las propiedades y cualidades del café fueron descubiertas, según la tradición árabe, por un pastor de cabras etíope llamado Kaldi en el año 850. Las semillas se masticaron hasta el siglo XIII, en el que los árabes decidieron hacer infusiones con ellas. El consumo del café llegó a Europa gracias a los mercaderes de Venecia, y por los habitantes de Viena, que cuando levantaron el cerco a la ciudad dispuesto por los turcos, encontraron muchos sacos de café abandonados en su campamento.
- Se pueden clasificar según su origen (turco, brasileño, colombiano...), su forma de tostarlo (natural, torrefecto...), y otras más, aunque en el fondo la clasificación más común es la que diferencia el café negro del café de calcetín, pues a la larga, el resto son variaciones sobre éstos últimos.
- También hay, no lo olvidemos, café con cafeína y un líquido negro al que llaman descafeinado (palabra que hoy en día es usada para expresar las cosas sin sustancia).
DEFENSORES Y DETRACTORES
Los excesivos: En la turquía de los siglos XVI y XVII, su consumo se castigaba con la muerte. El sultán otomano Selim I (1467-1520) hizo colgar a dos médicos por aconsejarle que dejara de tomar café.
Los cafeinómanos: El rey Federico II El Grande de Prusia (1712-1786) tomaba grandes dosis de café que preparaba con champán en vez de con agua. Del sabio francés Voltaire (1694-1778) se dice que bebía cincuenta tazas diarias de café (y vivió hasta los 85 años, ahí queda eso).
La ciencia como juez sin parte: Una de las primeras pruebas científicas de los detractores del café para demostrar su perniciosidad la realizó el rey Gustavo III de Suecia (1746-1792), que estaba convencido de que el café resultaba venenoso para el organismo humano. Decidió realizar una doble prueba con dos criminales presos en sus calabozos: uno solamente bebía té y el otro café. Con el transcurrir del tiempo el experimento dió unos resultados por lo menos curiosos: primero se murieron los médicos encargados del control de la prueba, luego el rey víctima de un atentado, poestriormente el preso condenado a beber té a la edad de 83 años y, finalmente, el bebedor de café.
LA MEDICINA Y LA ACCION DEL MEDICO
En una taza de café hay más de mil compuestos químicos diferentes; de ellos sólo 26 han sido testados y la mitad son capaces de causar cáncer en ratas. El café aporta además taninos, que pueden interferir en la digestión de las proteinas al unirse a los enzimas digestivos de modo irreversible, teniendo además un efecto astringente.
También se ha visto que en animales de experimentación la cafeína puede inducir cáncer, aunque nunca se ha asociado estadísticamente con los humanos bebedores de café. Por otra parte, debemos recordar que en veinte tazas de café hay la suficiente cafeína para matar a un hombre.
La cafeína puede provocar adicción si se toma en altas dosis, a lo cual hay que sumar la consideración de que el café se excreta por la leche materna lo que supone un riesgo para los bebés a los que puede provocar un síndrome de abstinencia. Igualmente y a altas dosis puede interferir en la absorción del calcio favoreciendo la aparición de osteoporosis; además, en personas susceptibles, puede provocar migrañas.
Pese a todo, debemos tener presente que la cafeína es un derivado de la purina que prolonga el efecto de la estimulación producida por la adrenalina y noradrenalina, que presenta importantes efectos pues aumenta la atención, prolonga la capacidad de alerta y aleja el sueño. Por otra parte, la cafeína, en asociación con la efedrina, ha dado buenos resultados en el tratamiento del sobrepeso corporal. Consumida en cantidades moderadas presenta además un efecto diurético, una discreta acción broncodilatadora, favorece el funcionamiento del centro respiratorio, y contra la idea generalizada de elevar la tensión arterial, en realidad no tiene efecto sobre la misma pues únicamente en personas susceptibles al efecto estimulante de la cafeína y debido a su influencia en los estados de ansiedad, podría provocar una elevación de las cifras tensionales. ¡Ah! y además, nunca se le ha podido demostrar una relación directa con la elevación de las tasas de colesterol sanguíneo, aunque sí que es cierto que oscurece el esmalte de los dientes.
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